Borrón en la partitura
CONTRACRÓNICA | Sin Villar, el Granada se vuelve predecible y falto de ideas
Observando a un director de orquesta en acción, sus movimientos podrían parecen intrascendentes, casi prescindibles, pero su labor es indispensable para que la melodía se interprete con precisión, marcando el ritmo, conteniendo a una sección o acelerando a los rezagados, un papel que en el Granada de Escribá estaba interpretando a la perfección Gonzalo Villar.
En ‘La Romareda’, el centrocampista murciano era el encargado de volver a tomar la batuta y dirigir el juego nazarí, misión que unas molestias físicas en el calentamiento le impidieron llevar a cabo. En su lugar accedió al once Sergio Ruiz, un centrocampista abnegado en el trabajo y aseado con el balón, pero incapaz de hacer funcionar todos los engranajes del equipo.
Trigueros tampoco puede suplantar a Villar en sus tareas. El ex del Villarreal sigue conservando el virtuosismo en los metros finales, donde dibuja pases que solo él es capaz de imaginar, aunque su tanque de combustible anda algo justo para poder moverse por la medular ofreciendo soluciones a sus compañeros.
Sin Villar, el equipo se volvió a atascar, mostrándose predecible y sin ideas en la parcela ofensiva, a la espera de un chispazo individual que no llegó hasta que ya era demasiado tarde. Extraer una simple pieza hace que todo el mecanismo se resienta.
Ante el Levante, Villar sí estuvo sobre el césped, pero el centrocampista estuvo desconectado del juego, más gris de lo habitual en los últimos tiempos, un apagón que también afectó al nivel competitivo del equipo, que completó un ejercicio estéril en ataque con un bombardeo de centros que no fueron la solución.
El Granada está demostrando que necesita de la participación de Villar a buen nivel para que todo funcione correctamente, una dependencia que Escribá tiene que erradicar para que el equipo pueda rendir sin importar las piezas que hay sobre el campo.
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