CONTRACRÓNICA | El flautista de Salas de los Infantes
Pacheta es la única figura a la que aferrarse ante la situación de zozobra que vive el Granada
El Granada cayó derrotado en su estreno liguero, pero lo más preocupante, más allá del resultado, es la sensación de que era un desenlace esperado, asumido con resignación desde la grada, y que solo un acontecimiento singular, como que Weissman recuperase el olfato goleador por inspiración divina, podía cambiar el destino de los rojiblancos.
El cuadro nazarí arranca la competición herido, en una situación límite, con las constantes vitales débiles, apenas perceptibles; tirar la toalla parecería la decisión más lógica, dejar de luchar por un club que está a la deriva, sin un timonel a los mandos que pueda evitar el naufragio.
Pero entre la niebla y las nubes de tormenta, emerge la figura de Pacheta, una certeza a la que aferrarse en tiempo inciertos. El técnico burgalés, acostumbrado a construir una balsa con tres palos, es ese hierro incandescente al que confiar un grupo inexperto y bisoño que el de Salas de los Infantes tiene que convertir en un equipo aguerrido.
Los ascensos no se consiguen en agosto, hay que remar, sin dejar de señalar a los culpables, a los que viven ajenos al sufrimiento de la afición en sus torres de marfil, a los que no parece importarles que el club agonice lentamente, pero los que sí sienten los colores, a los que el escudo les duele y cada fin de semana se anudan una bufanda rojiblanca al cuello, deben levantarse, hacerse oír y acompañar al equipo es esta travesía de incierto destino.
Para todos esos 'condenadamente fieles' es momento de creer, de abrazar la fe y seguir la melodía que marca Pacheta, un profeta que ahora predica en el desierto pero que puede conducir al Granada a la tierra prometida contra todo pronóstico.
Rodelas y Loïc Williams fueron los más destacados de un conjunto rojiblanco, a medio hacer, al que no le dio para puntuar en su estreno
"La expulsión nos ha hecho mucho daño", ha reconocido el entrenador del Granada tras la derrota