Perea, el último boy scout
El futbolista ha sido un verso libre desde su llegada a Los Cármenes
De no haber sido futbolista, Alberto Perea se podría haber ganado la vida ejerciendo como el doble de acción de Bruce Willis en varias de sus películas de acción de los 90, encarnando a algún detective trasnocha y de vuelta de todo, pero con el balón en los pies el futbolista albaceteño también sabe brillar, algo que ha demostrado, aunque en pequeñas dosis, desde su llegada al Granada.
Perea se incorporó al proyecto nazarí para ejercer como revulsivo, teniendo que actuar como el reemplazo de Uzuni, un papel secundario que el manchego asumió con naturalidad. Como verso libre, el extremo dejó destellos de calidad, agitando varios partidos que se decantaron a favor de los rojiblancos.
Con una cuota de minutos reducidos, Perera ha completado una temporada irregular, en la que no ha conseguido deslumbrar a la afición rojiblanca, normalmente recelosa de un futbolista que transmite cierta apatía sobre el césped, más por su gestualidad que por su juego, eléctrico y vertical cuando la pelota entraba en sus dominios.
A pesar de este año gris, Perea tuvo su momento icónico ante la Ponferradina, rescatando un punto en el último suspiro con un lanzamiento de falta que suponía el 2-2, marcador que evitaba la primera derrota del curso en Los Cármenes y que prolongaba una jornada más la racha de partidos sin perder de los rojiblancos. Un punto muy valioso para el posterior ascenso.
Con el ascenso, al igual que ha ocurrido con otros de sus compañeros, el contrato de Perea se renovaba de forma automática, aunque la intención del club rojiblanco es prescindir de sus servicios para el próximo curso.
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