¿Por qué no hacer lo mismo 90 minutos en lugar de 45?

CONTRACRÓNICA | La expulsión de Comesaña fue decisiva para que empatara el Granada, pero no restó que la actitud fuese completamente distinta a la del primer tiempo

Fran Calvo / GRANADA  |  4 de abril de 2022  |  @Francalvo1996  |  francalvo@granadaenjuego.com
Momento en el que Luis Milla marcó de penalti el empate contra el Rayo Vallecano (JOSÉ M. BALDOMERO)
Momento en el que Luis Milla marcó de penalti el empate contra el Rayo Vallecano (JOSÉ M. BALDOMERO)

El Granada completó una esperpéntica primera mitad ante el Rayo Vallecano y una segunda en la que sacó garra de donde parecía que no se podía sacar. Y no es la primera vez que ocurre esta temporada. Ante el Villarreal, el último ejemplo, por nombrar algún partido. Es cierto que el penalti transformado por Milla y el arreón final evitaron el descalabro en el descuento, y que la expulsión de Comesaña ayudó a lograr el empate, pero el cambio de actitud tan radical tras el descanso es digno de estudio. No por lo bien que se hizo en el segundo ecuador, sino por lo rematadamente mal que se jugó durante 45 minutos.

Las ganas de revancha por el 4-0 de la primera vuelta pasaron a ser una prolongación de lo vivido en Vallecas aquella tarde de finales de agosto. En tierras nazaríes, el guion adquirió la misma tónica. El conjunto de Iraola se adelantó muy pronto, a los seis minutos, y diez más tarde amplió la ventaja. Todo ello, envuelto en fragilidades defensivas del Granada, con un Domingos Duarte irreconocible (otra vez) y un 4-4-2 que no funcionó tampoco.

El cuadro andaluz convirtió de nuevo a Álvaro García en internacional. Afortunadamente, solo por el primer tiempo. Otro ex granadinista como Sergi Guardiola también hizo sangre. El tercero sobre el campo, Stole Dimitrievski, fue un mero espectador, exigido únicamente por un disparo lejano de Quini que atrapó con facilidad.

 

Fue corto, muy corto, el 0-2 al descanso. Sin embargo, como se dice a menudo, es el resultado más engañoso en este deporte. Por muy mal que estuviese el Granada, un gol volvía a meterle de lleno en el encuentro y la parroquia de ‘Los Cármenes’ ya sabe que su equipo es capaz de sacar fuerzas de flaqueza mientras los puntos estén en juego.

 
(JOS M. BALDOMERO)
(JOSÉ M. BALDOMERO)

La bronca de Torrecilla en el paso por vestuarios debió ser de época. No era para menos. El Granada había sucumbido ante un Rayo que se paseó sobre la lona y pasó por encima como aviones sobre los cuerpos inertes que vestían de rojiblanco. Sus hombres estaban manchando el escudo y, apurando, la profesión de futbolista de élite.

Fueron Yan Eteki y Darwin Machís los revulsivos del técnico tras la reanudación. El camerunés se llevó la segunda ovación de la tarde, después de la de Carlos Neva al inicio del encuentro, gracias a un buen papel en el centro del campo y animándose, incluso, a varios arreones en ataque. El venezolano, por su parte, revolucionó la contienda. Apareció ese Machís desequilibrante, como en Vitoria, y que marca diferentes si está a gusto. Por lo que se intuye, ahora lo está en la ciudad de la Alhambra. Uzuni saltó al campo algo más tarde y de sus botas nació la jugada del primer gol, al colgar un balón que terminó cazando Jorge Molina, quien ya es el segundo futbolista más veterano en marcar en Primera División.

Con un hombre más, no se esperaba otra cosa que no fuese un asedio rojiblanco sobre la portería del Rayo. Tampoco se le exigió demasiado a Dimitrievski, más activo en centros aéreos que bajo sus palos. La grada empujó como en las grandes citas y alentó más todavía cuando vio que la tablilla del cuarto árbitro marcaba un descuento de nueve minutos. Justo en ese instante, Hernández Hernández se echó la mano al pinganillo porque algo le estaban diciendo desde el VAR. Lo que sucedió después fue que había penalti por mano de Mario Suárez y Luis Milla colocó las tablas desde los once metros.

Soñaba Granada con una heroica remontada y se quedó con la miel en los labios. Pasó en un muy pequeño fragmento de tiempo de la desesperación a la locura y al casi éxtasis final. Machís erró un mano a mano ante Dimitrievski y Jorge Molina estrelló su cabezazo en el larguero. Se llegó al minuto 101 cuando el colegiado decretó el término de las hostilidades. Sin saber cómo valorar el punto. Si como una hazaña que parecía impensable, o como un premio amargo tras cantar los “uy” en las últimas ocasiones. De lo que sí vale es para alargar la distancia con el descenso en tres unidades y desear ver más a menudo la imagen de 45 minutos en 90 completos. Porque ese sí fue el Granada de verdad.

 
 
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