El maravilloso sueño de todo un pueblo
Huétor Tájar se vistió de amarillo durante una jornada inolvidable, en la que solo la prórroga evitó la fiesta total en el Miguel Moranto y sus alrededores
Los algo más de 10.000 habitantes de Huétor Tájar no solo soñaron con la hazaña durante los ciento veinte minutos que duró la eliminatoria frente al Albacete Balompié. Lo hicieron a lo largo de todo el día, un 12 de noviembre de 2022, que pasará ya a la historia de un pueblo que centró la atención de una provincia entera porque su equipo afrontaba el partido más importante de sus ochenta años de historia.
Conscientes de la dificultad que entrañaba el reto en el plano deportivo, la hinchada panciverde que llenó las calles del municipio de camisetas y bufandas amarillas decidió inclinarse hacia la ilusión por ver una machada en lugar de la creencia de pensar que sería la última vez. “Esto ya es una fiesta. Independientemente del resultado, vamos a disfrutarlo al máximo, porque no sabemos cuándo se repetirá” decían algunos seguidores y seguidoras en los aledaños del ‘Miguel Moranto’, cuyos bares fueron un hervidero de personas, cánticos, tapas y bebidas desde primera hora del mediodía.
Lo habitual en los alrededores de cualquier estadio de fútbol normalmente es escuchar los nombres de Messi, Cristiano Ronaldo, Benzema… En este caso, los “Messis”, “Cristianos” y “Benzemas” eran Esteban, Manu Daza o Jordi, entre otros muchos. El “santo” no era Iker, sino Fidel, y bien lo demostró en el partido. Quien era protagonista en un banquillo no se llamaba Pep, sino Thierry. Y el gestor de todo el éxito cosechado paso a paso llevaba como apellido Daza, y no Pérez.
Ellos fueron los ídolos de cientos de personas que abarrotaron las cercanías del feudo amarillo, renovado para la ocasión. Raro suponía no ver a alguien de los sumados a la fiesta sin su correspondiente elástica y bufanda conmemorativas del encuentro.
Uno de los momentos más emotivos se vivió cuando hizo su llegada al estadio el autobús del Huétor Tájar. Pocos minutos después del hostil, pero siempre deportivo, recibimiento al Albacete, la afición panciverde brindó a los suyos una bienvenida como si de una final se tratase. Los jugadores no pudieron evitar el entusiasmo y se unieron, desde dentro del vehículo, a los cánticos. A Thierry Pérez le costaba mantener la compostura y filas más atrás era imposible que la imagen del exterior del bus no contagiase a los protagonistas. Entre humo amarillo y azul hizo su desembarco la plantilla, habiendo inmortalizado antes con sus móviles lo que a buen seguro nunca olvidarán.
Dentro del ‘Miguel Moranto’, no cupo ningún alfiler, ni en la grada principal ni en la supletoria. Tampoco en los edificios colindantes, donde las azoteas se convirtieron en palcos improvisados con hileras de personas que disfrutaban de algunos beneficios, como barbacoas y bebidas isotónicas algo más fuertes que las que podían ponerse a la venta dentro del recinto. El ritmo empleado por el equipo de Thierry contagió desde el primer minuto a la afición, que soñó y soñó hasta la prórroga, en la que el Albacete terminó por imponer y reflejar la diferencia de categoría. Aun así, la ovación, que alababa el enorme esfuerzo derrochado, fue atronadora con el pitido final y la vuelta honorífica se vio de igual manera.
Quien pudiese pensar que la fiesta terminaría con el final del duelo, estaba muy equivocado. Las barras volvieron a llenarse y los hueteños quisieron cerrar con broche de oro una jornada inolvidable. Que, ya sí confirmado, puede que no vuelva a repetirse. Pero, afortunados ellos de vivirlo, porque fue mágico.
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