El GALLINERO

Jesús Albarracín  |  23 de octubre de 2018
Jesús Albarracín (GRJ)
Jesús Albarracín (GRJ)

Perder con las botas puestas

 

Recuerden hace solo un año, una temporada atrás. El 5 de noviembre de 2017 el Granada se colocó líder de Segunda división, posición que duró muy poco. El equipo que capitaneaba José Luis Oltra cayó ante el Sevilla Atlético, colista de la categoría. Perdió aquel duelo como un equipo empequeñecido, superado por la presión y la imposición de alcanzar el ascenso inmediato tras el batacazo de la campaña anterior. Aquel Granada era un equipo indolente, vulnerable atrás y demasiado dependiente, subalterno a lo que realizara el venezolano Machis o el camerunés Kunde. No existía el cómputo global de equipo, quedaba muy lejos la marca de lo que ha de ser un conjunto aguerrido, solidario, comprometido. Aquel Granada se desinflaba pronto, rápido, carecía de esa capacidad de reacción que se precisa para amarrar puntos que te ubiquen en lo más alto de la tabla clasificatoria.

Esta sesión es otra cosa. Todavía no hemos llegado al mes de noviembre, ese al que hacía referencia con anterioridad para recordar el liderato fugaz que consiguieron los por entonces dirigidos por Oltra, pero las sensaciones son distintas. El Granada ha perdido dos partidos esta temporada, ambos a domicilio ante equipos que de momento se sitúan en la zona alta, cuadros que han ido de menos a más y que son aquellos a los que la afición de Granada tilda de grandes y determinantes para demostrar con vehemencia las aspiraciones del equipo que ahora capitanea Diego Martínez. Ambos partidos no han mostrado la mejor imagen futbolística del Granada, han sido trabados y duros, difíciles de competir. El Dépor aprovechó la especulación de los granadinos en la primera parte y supo cerrar filas en los últimos 45 minutos. Alcorcón fue otra plaza difícil, la del equipo menos batido de Europa. Pero ambos duelos han mostrado una imagen que temporadas atrás no reflejaban los rojiblancos horizantes: el Granada no se achanta, lo intenta, muerde. En esta ocasión el partido lo sentenció una pena máxima tan justa como evitable.

El centro del campo del Granada llegó tarde para la causa, los jugadores de arriba se vieron náufragos en su isleta,  en esa vocación de llegar a portería y generar ocasiones. El tridente de la segunda línea, y muy en especial el delantero centro Ramos, tuvieron que relevar su papel a otro, uno más defensivo y que oxigenara la salida de balón del equipo. Ese trabajo tan ingrato como necesario en la categoría. El fútbol es así, no siempre recompensa el esfuerzo pero sí queda reverenciado por aquellos que sabemos valorar el cometido. La defensa del Granada también es otra, segura y titánica en el juego aéreo. Inexpugnable en una gran cantidad de partidos y de no haber sido por el error puntual de Álex Martínez, también en Santo Domingo.

Ese día, el domingo, es ahora otro para los aficionados del Granada. Los que lo vieron por el televisor, los que lo escucharon a través de la SER y los que sí pudieron acudir a la capital de España. Los nazaríes se entregan, valoran el compromiso y son claros receptores del mensaje que sí están sabiendo dar los hombres de Diego Martínez. Existen muchas maneras de perder, partidos difíciles pero un afán tan incuestionable como indiscutible. Eso es lo que hace que una afición se reenamore de su equipo, que esté bien orgullosa a pesar del resultado final. El fútbol es cuestión de muchas cosas, sentimientos especialmente, pero este Granada sí sabe caer con todo y hacerlo con la dignidad que se precisa y exige.

@JesAlbarracin


 
 
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