HISTORIAS: Buen cartel para la XVII, por Jose Luis Ramos Torres

Cartel del XVII Trofeo Granada
Cartel del XVII Trofeo Granada

Las “cosillas” de Murado afortunadamente salvaron la temporada más infumable y tormentosa que un servidor recuerda. Ni antes ni después se puede encontrar en toda la historia del Granada CF un ejercicio tan infame. En los anales rojiblancos siempre se ha destacado como nefasta la 51-52, en la que el club al concluir la temporada oficialmente había descendido a tercera, pero no hay que olvidar que aquel descenso vino como consecuencia de una programada reestructuración de la segunda categoría que de dos grupos pasaría a uno solo, por lo que el descenso afectaba a la mitad de sus componentes; menos mal que esa primera decisión fue posteriormente anulada y continuó la Segunda División durante bastantes años más con dos grupos y así no tuvo el Granada que descender a tercera. Por otra parte, no hace falta referir, puesto que está todavía muy reciente, el descenso administrativo de 2002, que fue por deudas después de una temporada, si no buena, por lo menos tolerable. Pero lo de la 88-89 fue horrible desde cualquier punto de vista. El Granada ocupó casi desde el principio hasta el final puestos de descenso y para recordar algo parecido al pésimo fútbol que se vio habría que haberse remontado a los años de la República, cuando el club estaba recién fundado y venía escalando desde los niveles más bajos del fútbol español.

Pero, después de haber sufrido como nunca, en el verano de 1989 un clima de bonanza pareció venir a consolar nuestras tribulaciones hinchísticas. Con Murado (y su bolsillo) como mecenas y como presidente “in péctore” (ocupando el cargo de vicepresidente de Alfonso Suárez pero llevando de facto las riendas del club) hemos conseguido dejar en un segundo plano las preocupaciones crematísticas que tanto han marcado la historia rojiblanca, sobre todo en los años más recientes. Y además parece que las cosas han empezado a hacerse bien por primera vez en mucho tiempo, y así desde junio se está trabajando en la confección de una plantilla y de un cuerpo técnico de garantías.

Por otra parte, el trofeo agosteño, que andaba de capa caída en sus últimas ediciones, vuelve en ésta, la XVII, a tener un cartel de más enjundia. Junto a los rojiblancos tendremos al Danubio de Montevideo y, una vez más, al CD Málaga.

 

El primer partido, disputado el 23 de agosto de 1989, enfrentó a los “eternos” rivales Granada y Málaga. La presencia del Málaga era parte del pago de la operación de traspaso la temporada anterior de Ignacio. Se presentaba como equipo de primera, categoría a la que había accedido dos temporadas atrás con Kubala en el banquillo, justo cuando el Granada descendió a 2ª B. En la temporada terminada unos meses antes había quedado decimosexto (de veinte), consiguiendo eludir la promoción (resucitada por un Cádiz de influencias federativas) y conservar la división de honor no sin ciertos apuros, motivados por un calendario que en las últimas jornadas le había enfrentado a Madrid y Barcelona. Con Antonio Benítez en el banquillo, la alineación malaguista fue: Jaro, Chano (Esteban 63’), Ruiz, Villa, Álvarez, Antonio, Matosas, Paquito, “Gallego” González, Lauridsen (Azuaga 59’) y Ángelo. La plantilla era prácticamente la misma de la temporada anterior, en la que sobresalían hombres como Jaro, portero que al año siguiente fichará por el R. Madrid, Lauridsen, internacional danés, el veterano defensa Ruiz, muchos años titular en el At. Madrid, el también defensa veterano y futuro granadinista Antonio Álvarez, el centrocampista Esteban Vigo, internacional hacía varios años, y el ex granadinista goleador Paquito. Sufría la importante baja de Juanito, que se había retirado, y como casi única novedad presentaba al ariete argentino “Gallego” González, que venía con vitola de goleador pero que resultó un completo fracaso y no llegó a cumplir su contrato. Era la sexta vez que los vecinos comparecían en el trofeo. En la temporada a punto de empezar no le fueron bien las cosas, acabando decimoséptimo clasificado y teniendo que jugarse el todo por el todo en la promoción frente al Español. El partido de vuelta se jugó en La Rosaleda y tras una dramática tanda de penaltis en la que por dos veces los malaguistas desperdiciaron sendas ocasiones de decidir, los sucesivos fallos desde los once metros finalmente condenaron al Málaga a segunda división. Con esa fatídica tanda de penaltis quedaba levantada acta de los últimos y definitivos momentos de un histórico en la máxima categoría. Era la cuarta vez que tras jugar el trofeo granadino como primerdivisionista, al concluir la temporada había perdido tal condición. De esta forma y tras cuatro años de sequía volvía la leyenda negra del Trofeo a mostrar su fea cara.

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