HISTORIAS: Partido Único, por Jose Luis Ramos Torres
La temporada 89-90 no se puede decir que fuera buena porque, ya lo sabemos, en el fútbol sólo los resultados hacen bueno un año, pero al menos se pudo ver un equipo que mantuvo durante gran parte del ejercicio las posibilidades de dar el salto de categoría. Al final la cosa no acabó todo lo bien que parecía y nos tuvimos que conformar con el limbo del quinto puesto en aquella Segunda B con premio solo para el campeón. Pero a su conclusión Murado no arroja la toalla (por ahora) y se trabaja ya en la configuración del Granada 90-91.
A finales de julio de 1990 tiene lugar la asamblea general del club en la que se comunica a los escasísimos socios que se personan que el déficit de la temporada recién terminada ha sido de casi ¡120! millones. Al mismo tiempo se aprueba el presupuesto para la siguiente, el cual de entrada ya cuenta con unas pérdidas calculadas superiores a los ¡cien! millones. Como es norma, todo se aprobó sin rechistar. Sólo destacó la intervención del socio Juan Labella (el hombre de la trompeta) que tomó la palabra para pedir que se acabara con el “tifus”, o sea, con los que «entran de gorra y encima se ríen de los que pagamos». También es de destacar el acuerdo por el cual se autorizaba a la directiva (es decir, a Murado) a fijar cuantos días del club le pareciera bien. Y ya le venía pareciendo bien con bastante frecuencia desde la temporada anterior. Esto se llama hacer afición y tratar con mimo a los poquísimos que por entonces pagábamos religiosamente nuestro abono.
Según ha contado Antonio Lasso, mientras se celebraba esta asamblea se produjo (y en ella se comunicó a los presentes) el fallecimiento de José Manuel González. ¿Quién era González? preguntó el presidente. Ante esto sólo cabe decir: sin comentarios. Sólo unos meses antes había fallecido en su domicilio de Málaga Jeno Kalmar, y unos pocos meses después le seguiría Manolo Ibáñez. En menos de un año desaparecieron tres nombres propios protagonistas de la mejor historia rojiblanca.
Sea como fuere, lo importante es que en estas calendas la deuda del Granada CF debe andar por la estratosfera, y digo debe andar porque -¡qué cosas!- nadie sabe a cuánto asciende con exactitud. Para más inri, al día siguiente de la asamblea, Ideal publica la noticia de que el Granada tiene suspendidos sus derechos federativos y podría ser descendido si no paga casi cuatro millones a la Federación antes de tres días, cantidad que se adeuda desde la temporada 87-88 y corresponde al concepto de tasa por el pase de amateurs a profesionales de tres jugadores. Finalmente la cuestión quedó resuelta favorablemente para el club rojiblanco. ¿Que cómo? Pues ya saben, tirando Murado de talonario. Un año largo lleva Murado en su papel de mecenas rojiblanco y lo que en principio sembraba el optimismo y se traducía en alegrías a la hora de mover monetario, ha devenido en lo de siempre y volvemos a las angustias económicas. Pero lo peor es que quien lleva todo el peso del club empieza a mostrar claros síntomas de cansancio. Aún así, nadie sospecha la tormenta que en breve va a estallar furiosa.
Ya en agosto comparece nuestro equipo en Pozoblanco, donde se adjudica el trofeo organizado por el club anfitrión (de 3ª), al que vence (1-0), y después empata sin goles ante el Jerez Deportivo (de 2ª).
A mediados de agosto se presenta una nueva edición del Trofeo Granada, la XVIII. El acto tiene lugar una vez más en los salones del Palacio de Baibataubín, porque la Diputación vuelve a patrocinar el certamen. Y este año sí que viene el evento cambiado con respecto a las diecisiete ediciones anteriores. Por primera vez el trofeo consistirá en un único partido.
De 1973 a 1990 van, con la presente, dieciocho ediciones del trofeo agosteño granadino. Desde entonces, para nuestra desgracia de hinchas empedernidos, hemos asistido a una imparable cuesta abajo para el club de nuestros amores, que de equipo puntero de Primera ha pasado al mediocre montón del tercer nivel del fútbol español. En consonancia con esa caída a los infiernos, lo que empezó con gran brillantez, con equipos de primer nivel y con un opulento premio para el ganador, poco a poco ha ido enflaqueciendo en todos los sentidos y ha quedado reducido a un único plato futbolero y a un menudo lauro que, comparado con el que se fue a Belgrado en la primera edición, podrían haber salido al menos cinco de aquel catafalco esplendoroso. Casi se podría decir que en realidad el Trofeo Granada ya no es tal, y se ha vuelto a lo que fue norma antes de su nacimiento, es decir, al partido de presentación ante la hinchada rojiblanca que patrocinaba la Asociación de la Prensa.
Pero por lo menos el rival elegido es lo suficiente cualificado: el Dínamo (o Dynamo) de Moscú. Se puede decir que era y es unos de los mejores clubes del fútbol ruso, pero siempre ha estado a la estela de sus vecinos Spartak y CSKA. Es un club fundado en 1923 y la mayor parte de su existencia ha ido asociada a esa típica imagen de agrupación deportiva del llamado socialismo real que nos evoca unos campos de deportes entre brumosos paisajes metalúrgicos. Fue, mientras existió el régimen de partido único, el equipo del Ministerio del Interior soviético, y sus principales logros deportivos corresponden casi por entero a tiempos de Guerra Fría (once ligas, seis copas, una supercopa, todas de la URSS, y un subcampeonato de Recopa europea). En 1990, cuando nos visita, acaba de caer el Muro de Berlín y acaba de empezar una era muy distinta, tanto a todos los niveles en el mundo de las relaciones internacionales como en el plano deportivo para este club moscovita, ya que desde entonces sólo puede añadir a su palmarés una copa de Rusia, en 1995. En la imagen se aprecia la evolución de su emblema, que parte del rombo coronado por la estrella soviética revolucionaria y llega hasta el actual y conmemorativo del 85 aniversario. En cualquier caso, se trataba de un buen equipo que contaba en sus filas con internacionales y con algún que otro jugador que después pasaría al fútbol español.
El choque ante los gallegos arrancará a las 21:30 horas