OPINIÓN: Romanticismo balompédico, por Alberto Bueno
En algún momento, alguien se equivocó de ruta y nos metió por un pedregal difícil de transitar; o, más bien, metió al Fútbol por un camino de tierra. Ahora ya es imposible sacudirse el polvo del camino. En algún momento, digo, el fútbol olvidó ese componente romántico, heroico, épico, deportivo… para convertirse en un negocio más. Erramos con la señal a seguir y en esas estamos. Es muy posible, las cosas como son, que el fútbol sea lo que es ahora, precisamente por eso, porque hay dinero de por medio, hay más recursos, los jugadores están mejor preparados, etc., etc. Pero qué quieren que les diga: a mí eso de subir de categoría en un despacho, de descender en otro, usar a los jugadores como mera mercancía… no me termina de gustar. Será lo que toque, sin más remedio, no digo que no, pero no me acostumbro, oiga.
Sin embargo, hay ciertas señales que me dan esperanzas y me hacen volver cada domingo al campo con las energías renovadas y dispuesto a sufrir –con nuestro Granada es lo habitual- otra jornada más. El sábado, en el coliseo rojiblanco –como algunos pomposamente denominan a nuestro estadio municipal-, me deleité con un buen partido de fútbol. Tampoco es que disfrute mucho con eso de la “racionalización” del juego –todo sistemas tácticos, modos de defensa, ofensivos, 4-3-2-1-0, izquierda-derecha, ‘alante’ y atrás, un, dos, tres…-; prefiero que los jugadores le echen casta, coraje, cojones –y nos dejamos de ‘pamplinas’- y ya veremos si la pelota entra. Sí, la racionalización también es necesaria, que sí, pero que soy un romántico de esto. Tres a tres y empapados acabamos, pero qué gozada. Daba gusto ver a los jugadores rojiblancos pelear las pelotas, no arrojar la toalla –usando el símil boxístico- hasta el pitido final. Cojones, ya le digo. Sí, después un punto más y continuamos en la parte baja de la clasificación. No obstante, jugando como jugamos, ¿alguien reprochará algo? No creo.
Y como digo que soy un sensiblero para esto del fútbol, ver a las hinchadas de dos históricos del fútbol español –maldita sea la oportunidad de enfrentarnos en tan innoble categoría- compartir un buen encuentro, hermanados fuera y dentro de “Los Cármenes”, con cánticos de “¡Cádiz y Graná, a Segunda A!”, aplaudiéndose y dándose la enhorabuena mutuamente al final del partido, aguantando estoicos bajo la lluvia, animando sin parar… lo reconozco, la piel de gallina, y no casualmente por el frío que pasé a pie de campo –que también; aunque estos ya son asuntos entre el ‘sheriff’ de Deportes de Radio Albolote y yo… no se me enfade, jefe-. “Filipinos” subidos en un “Yellow submarine”; la “tacita” en “La Alhambra”… qué bonito es l’amour, joder. Viendo tal actitud, tal amor a unos colores, tal alegría, me hace pensar que quizás no esté todo perdido y los enamorados –literal- del fútbol podamos sentirnos orgullos de esto que llaman deporte “rey”.
Pues que se callen los capitalistas del balompié, que con partidos como el del sábado, con aficiones como las del Cádiz y del Granada, vamos a refundar esto. Porque los sueños, sueños son, me dirán ¿no? Serán, pero que me quiten lo ‘bailao’ y cantado under the rain.
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