LA CABEZA PESA
La importancia de controlarse
El pasado domingo pudimos ver en el Nuevo Los Cármenes como Ighalo, en apenas siete segundos, fue expulsado por el colegiado del encuentro tras ver doble amarilla por protestar. La acción, además de ser cuanto menos llamativa para el aficionado al fútbol en general, y amarga para el hincha rojiblanco horizontal, sirve de muestra a la hora de valorar la importancia del control de nuestras emociones.
Probablemente, en los minutos posteriores al partido, por la cabeza del árbitro encargado de la contienda podrían estar pasando razonamientos del tipo: “yo soy la autoridad en el campo, y el jugador me desafió”, o “si le aviso y no para, no me queda otro remedio que expulsarlo”. Por otro lado el jugador del Granada, o el propio aficionado podrían pensar “no ha habido falta de respeto, y no ha sido para tanto”, e incluso “es una exageración, no ha pasado nada para ser expulsado”. Pues bien, todo este tipo de pensamientos se denominan en Psicología como “mecanismos de defensa”, y los solemos emplear a la hora de buscar explicación a un error propio o a una acción deficitaria, siendo en este caso concreto un mecanismo basado en “culpabilizar al otro”.
En el mundo del deporte de competición, como en el resto de ámbitos, es necesario tener en cuenta que nuestras emociones juegan un papel decisivo en cada momento de nuestra vida. Además, tanto nuestras emociones como nuestras acciones están determinadas de manera sustancial por nuestros pensamientos. Es decir, dependiendo de lo que pensamos, sentiremos una u otra emoción en mayor o menor intensidad, lo que nos llevará a actuar en consecuencia. Por tanto, se puede concluir que sólo nosotros somos los responsables de nuestras emociones y nuestros actos, ya que sólo nosotros somos los dueños de nuestros pensamientos: no existen mecanismos de defensa que valgan.
De ahí la relevancia de la acción que pudimos presenciar en esos siete segundos del Granada-Espanyol, que sirven de clara muestra sobre como pensar de forma poco acertada deriva en un estado emocional que desemboca en una acción desafortunada. Es decir, si el colegiado e Ighalo hubieran sabido controlar sus emociones a través de sus pensamientos, el resultado de la acción habría sido distinto.
Y es que en el deporte, la cabeza pesa.
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