OPINIÓN: Una 'infidelidad', por Santiago Martos
Domingo 22 de marzo, cuatro de la tarde. Tercer anfiteatro del Fondo Norte. Vomitorio 521-N, fila 10, asiento 24. Tarde primaveral, sin aire, estado del terreno de juego: impecable.
Todo hacía presagiar un paseo triunfal del Real Madrid sobre la UD Almería. El Santiago Bernabéu rozaba el lleno a falta de diez minutos, espectante. El fútbol de élite, ese que añoramos en Granada, estaba a punto de eclosionar ante los ojos de casi 85000 personas en todo su esplendor. Las figuras y dioses del balompié nos iban a deleitar la vista. El fútbol hecho arte, en su máxima expresión, se iba a hacer efectivo ante nuestros ojos, inéditos y avizor para captar todas las esencias que, según nos cuentan, carecemos en Granada.
Robben, Pepe, Raúl, Lass, Casillas y cía, se preparaban para ofrecer a mis retinas algo que nunca pude ver en directo. 30 años de “mili” en segunda B son demasiados, pensé. Quise probar, quise pecar yendo a unos de los lugares más míticos de este país, a ver a un equipo que lo ha ganado todo, cuyos jugadores bajan del olimpo cada quince días para jugar 90 minutos para los mortales. El pitido inicial era cuestión de segundos, todo el universo del fútbol español estaba donde yo, en el Bernabéu, pendientes del recorte de puntos al Barsa. Era el momento, el lugar y el día en que podría dejar por una vez, de “arrastrarme” por pueblos, barrizales, llevando el nombre de Granada por sitios impropios, hostiles y sin categoría. Quería, en definitiva, saber de primera mano, experimentar en primera persona, si el sacrificio de mi club, del 5001, sería en verdad bueno para la ciudad. Si todos los reproches de estos últimos años que he recibido personalmente por defender “a un segunda B” eran ciertos. Si es que acaso mi cabezonería y la de unos cuantos eran en verdad un fanatismo, una sinrazón. Quería saber si yo, Santiago Martos, me había equivocado en algo.
La UD Almería salió a jugar al fútbol, muy tímidamente. La falta de Negredo hacía que las jugadas de ataque de los almerienses fueran inocuas. El Madrid por su parte me pareció un equipo de niños de porcelana, donde tan solo se salvaron, a mi juicio, el capitán y Lass cuyos desgastes, profesionalidad y entrega quedaron fuera de toda duda.
El 'fútbol de élite' se limitó a los goles, todos previo rechace. El “fantástico” juego de Primera División brilló por su ausencia. Me pareció increíble que 5000 personas en Los Cármenes piten escandalosamente al Granada CF por mucho menos de lo que yo presencié en el coliseo blanco. No me pude aguantar el comentario a un seguidor merengue. “Esto lo hace el Granada y estamos de pañolada, no me lo explico” – le dije. “Es que el preparador físico se ha equivocado en el calentamiento y bla bla bla.....” – me contestó, excusando a su todopoderoso Real. Increíble, pensé. ¿Forofismo? medité.
La reacción de la grada ante los goles no pudo ser más desmesurada. De poco pareció importar la paupérrima actuación del no sé cuantas veces campeón de Europa. La pelota entró, y con eso basta. Ni un comentario negativo en la grada. El de antes me tocó el hombro....”¿ha visto usted?”. “Sí” – le contesté, “he visto tres goles pero absolutamente nada más” – confirmé. ¿Conoce usted Cádiz? – le pregunté. “Sí claro, eso está muy lejos, ¿por qué?” - contestó. “No, por nada, ayer si hubo un partidazo en Cádiz”.
La cura surtió efecto. Y la recomiendo. Sobre todo para ciertos comunicadores, para que hablen con conocimiento de causa. Me chupé un bodrio infumable y, sinceramente, creo que lo único que tenemos que envidiar es el estadio y la categoría en que militan. Concluí en que el marketing blanco-blaugrana nos tiene cegados a todos. Es una máquina perfecta de ennublamiento cerebral.
Lo cierto, es que me volví triste. Volviendo a vueltas con mi Granada, me reencontré con mis viejas reivindicaciones rojiblancas que afloraban en mi mente a oleadas, abstrayéndome de todo lo que me rodeaba. Querer es poder. A ver si por una sola vez en la historia, los granadinos hacemos algo bien, de verdad, que lo que es nuestro vale más que todo el glamour de alquiler al mejor postor. Seamos sensatos, peleemos por lo de la tierra, porque si no, la decepción en el futuro será tremenda y la herencia a nuestros hijos una miseria sin valor, sin fondo, sin sentido alguno, sólo escaparate, fachada, pero vacío por dentro.
El corazón y el sentimiento por nuestro Granada es el mejor motor que podemos tener en nuestra ciudad, no lo dejemos morir. Luchemos en buena lid, suframos, pero nos rindamos ni nos ceguemos con un sol falso. Sigamos nuestra estrella, continuemos nuestro camino y sintámonos orgullosos de lo que es nuestro por derecho, aunque esté maltrecho.
Hagamos importante al Real Madrid con motivo de la visita del Granada CF en partido de liga. Démosle esa categoría de la que ahora carecen. Luchemos para conseguirlo, los blancos se la merecen. Porque.....podemos conseguirlo.
El entrenador del Atlético Monachil ha señalado que su equipo "han hecho un buen papel" está temporada