La afición no esperó al empate para cantar, al unísono, "Robert vete ya"
AMBIENTE | El entrenador, pese a que su equipo hizo un buen partido, sigue pagando el comienzo de liga y los riesgos de ser el sucesor de Diego Martínez
Llámese Robert Moreno, Robert Rubio o Robert Castaño. El sucesor de Diego Martínez en el banquillo del Granada iba a tener la sombra del gallego constantemente en la nuca. Más aún cuando el comienzo de campaña se produce de la manera que se produce. La afición rojiblanca tocó la gloria con quien ya no está y, en su regreso al estadio, se ha encontrado con un equipo que mejora con el paso de las jornadas, pero sigue sin brindar victorias. Unos alicientes, a juicio del público, suficientes para pedir la salida del técnico desde la cuarta jornada de liga.
La afición entró al estadio, en vísperas al partido ante el Getafe, con una sonrisa en la cara, como lleva sucediendo desde que el coliseo del Zaidín volviera a abrir sus puertas al público. Lo abandonó con una media sonrisa. No fue frustración, ya que el gol de Jorge Molina en el último suspiro supo a gloria. Pero, la sensación de que su equipo había sido infinitamente mejor que el rival y que ese hecho no se tradujera en puntos hizo desatar la rabia a muchos seguidores en contra del entrenador.
El día del partido, entre semana, no favoreció para que el autobús fuera recibido como frente al Sevilla. Unos pocos centenares de rojiblancos se dieron cita en Pintos Maldonado para dar la bienvenida a los suyos, aunque el estadio presentó una gran entrada (más de 13.000 espectadores). El tanto de Enes Ünal sentó como un auténtico jarrón de agua fría a todos ellos, pero el Granada, al mínimo arreón, despertaba los ánimos en la grada.
Los minutos avanzaban y el gol seguía sin llegar. Ni tan siquiera de penalti. Los aficionados sentían tal impotencia que, cuando Alberola Rojas mostró el cartel luminoso con un extenso añadido, siete minutos, no se volcaron en buscan del empate. Prefirieron mostrar su postura y el ‘Nuevo Los Cármenes’ cantó en su gran mayoría “Robert vete ya”. Antes de que llegara el gol de Jorge Molina. Y, aún habiéndolo conseguido, un sector del público continuó con el cántico.
No importó que el equipo hiciera uno de esos partidos que, de desarrollarse de la misma forma, se ganaran en el 95 % de los casos. Tampoco las innumerables ocasiones falladas por los que estaban en el campo. Ni que el penalti lo lanzara Luis Suárez al Veleta, y no Robert Moreno.
El técnico catalán no estuvo acertado en algunas de sus declaraciones cuando arrancó la andadura liguera. Lo mejoró, al igual que el Granada su juego. Pero, el resquemor hacia el banquillo ya se ha convertido en algo obsesivo. Hasta tal punto de manifestarlo antes del pitido final. El público es soberano y tiene todo el derecho del mundo a mostrar su opinión.
Sin embargo, cuando el balón está en juego, alcanzar los objetivos será más fácil si todos reman en una misma dirección. No se va a lograr una clasificación europea en el mes de octubre o noviembre. Posiblemente, tampoco en mayo. La realidad es que el Granada de Diego Martínez perdurará en la leyenda gracias a dos años inigualables. Los otros 88 que tiene de vida el club no han sido así. Y, en todos ellos, el jugador número doce estuvo a la altura, sabiendo lo que es su equipo y de dónde viene.
No es Diego, ni Robert Rubio, ni Robert Castaño. Es Robert Moreno, que tendrá partidarios y detractores, como todo en el mundo del fútbol. Fue él quien asumió tomar el relevo del mejor entrenador de la historia del Granada, sabiendo lo que se encontraría. Quizás, con una ambición desmedida al principio, pero sabiendo recapacitar. Este equipo no es el que cogió Jémez, Alcaraz o Adams en la temporada 2016/17, y ni por entonces se les asedió tanto al primero o al tercero. Ahora sí hay mimbres de esperanza. Con unión será más fácil.
@Francalvo1996
francalvo@granadaenjuego.com
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