QUE BONITO ES...

El Granada toca madera

Fabián Leyva  |  6 de febrero de 2020
Fabian Leyva (GRJ)
Fabian Leyva (GRJ)

Corre el tercer minuto de juego. El público, entusiasmado, brama los cánticos que todo devoto conoce casi desde la cuna. Marcas en la primera situación clara de ataque. Con ventaja mínima en el marcador, dos arreones espoleados por la parroquia local acaban golpeando el palo izquierdo de la portería del equipo rival. El vínculo jugadores-afición es total, formando un binomio aparentemente difícil de abatir. A cinco minutos del descanso, el conjunto que ejerce de visitante anota el gol del empate y fulmina el estado de éxtasis que reinaba entre el graderío. Los foráneos, que cuadruplican el presupuesto anfitrión y ostentan el cartel de favoritos del partido, acaban venciendo el duelo gracias a la superior calidad que detentan sus futbolistas.

No supone un esfuerzo costoso el imaginar que esto fue lo que le sucedió al Granada CF en su partido de cuartos de final de Copa del Rey ante el Valencia CF. De hecho, apenas tenemos que remontarnos dos o tres temporadas para contemplar este como el guion habitual. Pero este equipo está hecho de otra pasta: son guerreros. Da la sensación de ser un equipo, no un batiburrillo de jugadores luchando por un mismo objetivo. Los nazaríes, que rotaron a tres de sus fijos –Rui Silva, Víctor Díaz y Domingos Duarte- no sucumbieron física ni psicológicamente al varapalo de recibir el empate cuando más merecían. Tampoco tras hacerlo después de tocar dos veces el poste de Jaume Doménech.

Diego Martínez, que volvió a erigirse como uno de los grandes en España, ganó la partida a Albert Celades en las dos mitades. Luego de tirar de empuje en los primeros cuarenta y cinco minutos, un cambio de sistema, introduciendo tres centrales y dos carrileros en la segunda parte, terminó de descolocar a un Valencia CF que en ningún momento consiguió hacerse con un control eficiente del partido.

 

La conquista se produjo en el añadido, cuando los aficionados que ocupaban fervientemente su asiento en el Nuevo Los Cármenes celebraron hasta tres veces en poco menos de tres minutos. Primero, que el árbitro fuese a mirar al VAR unas manos de Jaume Costa dentro del área. Después, que González González señalase la pena máxima y, finalmente, que Soldado anotase en el noventa y tres el dos a uno, desatando la locura total al clasificar a los suyos para las semifinales de la Copa del Rey cincuenta y un años después. Nadie se quería ir del estadio, la felicidad entró en estado de contagio, como una epidemia de prosperidad.

Nadie quiere despertar de este sueño, dejar atrás esta racha de éxitos. Y sí, el Granada CF tocó dos veces madera. Pero, no obstante, este equipo no depende de la suerte ni de supersticiones. Está hecho a base de coraje, trabajo y fe. Y no hay nada que transmita más seguridad que eso.

@leyvfab

 
 
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