Queda partido

Misión casi imposible

Julio Franco  |  18 de julio de 2023
Julio Franco (GRJ)
Julio Franco (GRJ)

‘El fútbol es así’. Cuántas veces habremos escuchado esta frase en nuestra vida. Sobre todo, los que fin de semana tras fin de semana nos movemos por los campos viendo diferentes partidos con compañeros de profesión. Parece que cada vez que se menciona, nace con la intención de robar la ilusión a cualquiera que pretende progresar y crecer en este deporte. Y los hay y muchos, amantes futboleros que persiguen sus sueños y buscan formarse diariamente para tratar de ser mejores cada día. Pero cuando se escucha, rápidamente te genera una inseguridad que es capaz de apagar la llama de ilusión más grande. Y es cierto que, como la vida, el fútbol tiene cosas que parecen ser como son, y que parecen no tener marcha atrás o producir atisbo alguno de esperanza. Resulta que permanecen intactas pasen los años que pasen, y que por mucho esfuerzo que dediquen ciertas personas a tratar de cambiarlas, fracasan en el intento. Todo sigue igual que siempre y el problema es de quien no lo asume. 

Esta semana pasada, el Granada CF y Jorge Molina, anunciaban la retirada como jugador profesional del delantero español y su nuevo rol dentro del club como parte del cuerpo técnico de Paco López. Por supuesto que, para los que nos importa y queremos lo mejor para el club de nuestra ciudad, esto es una gran noticia, ya que alguien que ha dejado huella en la entidad, pasando por diferentes etapas dentro de la misma, va a seguir estando ligada y además portando ese sentimiento de pertenencia que tanto se busca. Porque estoy seguro que Jorge ha dejado una marca imborrable en todos los clubes a los que ha pertenecido. Hasta aquí todo bien. Pero, abstrayéndonos un poco de ese sentimentalismo, es decir, dejando a un lado lo emocional, para los diferentes profesionales que aspiramos a formar parte de una estructura de club profesional perteneciendo a un cuerpo técnico y desarrollando la labor que sea, esto es un palo. Es impresionante cómo para ciertas personas puede llegar a costar una vida entera ser parte de un Primera División, y que para un exfutbolista sea pan comido. Como puede suceder en cualquier empresa o ámbito, lograr situarse en los lugares más privilegiados parte de un proceso que es necesario atravesar y en el que uno a partir de una mezcla de experiencia, formación y talento, se va posicionando intentando llegar a los puestos que le corresponden, sin tener garantizado en ningún caso atravesar la meta y conseguirlos. Esto debería ser así y cualquiera puede coincidir con este planteamiento. Porque la idea es que cuando se mire a la élite, por catalogar con algún concepto lo máximo, tenemos que visualizar profesionales casi inalcanzables, espejos donde mirarse, referentes. 

Qué duda cabe de que como futbolista Jorge ha sido de los elegidos, y que los años de experiencia que ha ido ganando con el paso del tiempo, le han convertido en uno de los mejores futbolistas a nivel nacional. Cuando ha compartido puesto con otros compañeros, ese bagaje se ha puesto en valor.

 

Además de sus cualidades, la experiencia te da mucho en un campo de fútbol. Por ejemplo, nuestro canterano Adrián Butzke, en ese intento por hacerse un hueco en la primera plantilla granadina, se topó con Jorge y otros compañeros que, a parte de las grandes capacidades futbolísticas que les pertenecen, portaban una y mil experiencias en un terreno de juego. No es lo mismo salir a competir con un chaval de 20 años que con uno que lleva casi los mismos haciéndolo. Adri lo comprendió y ahora deslumbra por tierras portuguesas construyendo su propio nombre y adquiriendo esa experiencia.

Todo esto, cualquier dirigente, entrenador o aficionado, lo tiene en cuenta y lo comprende. ¿Por qué no sucede así en el mundo del entrenador? ¿Por qué este cambio? ¿Por qué haber jugado profesionalmente se ha convertido en el requisito imprescindible para sentarse en un banquillo? ¿Por qué sin experiencia o poca formación se accede a banquillos tan privilegiados? Esto no es nada contra Jorge, seguramente de todos los casos que se dan, pueda ser de los más justos, simplemente me he valido de su ejemplo reciente para escribir esto, porque todos los años sucede lo mismo. Y es frustrante cómo la rueda gira y sigue girando.

Debe haber unos mínimos siempre, en cualquier categoría. Pero es que, conforme se mira hacia arriba tiene que existir una capacitación extraordinaria porque ahí tienen que estar situados los mejores, porque para eso existen las categorías, para algo están. Y es muy difícil pensar que un jugador una vez que deja la práctica profesional, adquiera tan rápido la destreza técnico-táctica, por llamar de algún modo a la capacitación como técnico, que conlleva trabajar en un staff o ser entrenador.  No se puede valorar única y exclusivamente haber estado ahí como jugador para valer como técnico. Es que me atrevo a decir, y que no suene rotundo, que no tienen nada que ver ser jugador con ser entrenador. Pero nada. Son mundos totalmente diferentes. 

Lo que hay comprender es que todo suma, todo tiene su valor. Faltaría más. Nada de lo que uno lleve o vivencie, si recibe el enfoque y direccionalidad correctos, va a restar o va a resultar negativo, al contrario. Por tanto, haber sido parte de vestuarios importantes te da esa perspectiva o enfoque de lo que se cuece ahí dentro y resulta de gran valía, pero no puede ser considerado como algo imprescindible o definitivo. 

Si un ex jugador profesional quiere convertirse en entrenador de fútbol, debe pasar por lo que cualquier entrenador tiene que pasar. Un gran ejemplo que ilustra todo esto es Rubén Torrecilla. Fue en su momento jugador profesional, vistió la camiseta del Granada CF y en su clara intención de convertirse en entrenador, dio los pasos para ello. Sacó sus cursos de entrenador, formó parte de varios clubes humildes de la provincia granadina, entrenó en la cantera a sus juveniles para posteriormente llegar a filial y primer equipo. Él tuvo ese recorrido. Por supuesto, el haber sido jugador profesional le ha ayudado a dar esos pasos y crecer, teniendo grandes contactos que tal vez otros nunca dispongan de ellos, pero es irreprochable que ha cumplido un proceso mereciendo estar donde está en la actualidad por méritos propios. Y esto es lo que tiene suceder en todos los casos, que haya unos mínimos y unas exigencias a cumplimentar. Porque para poder estar arriba del árbol, se ha de ser muy bueno y para poder llegar a serlo, como se dice, y tratando de no expandirme, hay que pasar por el barro. Un entrenador se hace entrenando. 

Siendo esta la realidad que vivimos, hay que tratar de luchar por cambiarla. Y esto no es una batalla contra los exjugadores, al contrario. Como en el caso de Rubén hay otros tantos que tienen esto claro, pero la gran mayoría no. Y el fútbol, en este sentido, está lleno de injusticias y muy poca meritocracia.

Cuántos entrenadores pueden llegar a tirarse años y años en categorías inferiores o entrenado en regional y no pisar un banquillo de tercera división.

Hay que ayudarnos. Esto está montado para quiénes está montado y ni tan siquiera asumen la realidad de empezar por abajo, desde el barro como decíamos antes, e ir haciendo lo que al resto nos toca si pretendemos crecer.

Los que tienen la suerte de ir subiendo escalones deben propiciar el crecimiento a los que merecen también esa progresión. Sin el “empujoncito” es imposible. Hasta que llegue el momento de que ahí arriba estén situados los mejores, hayan jugado profesionalmente o no lo hayan hecho, esto no es relevante. Los más preparados y capaces. Porque algunos creemos en esta profesión, la respetamos, admiramos la labor de un entrenador y su grupo de trabajo. Y ningún acontecimiento o realidad instaurada debe romper nuestros objetivos o sueños, ni que sean rotos por otros que han arrojado la toalla en vista de la realidad. Porque llega a la meta el que no deja de correr. 

 

 
 
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