Granada, no rompas el legado que tanto costó forjar
La comunión entre afición y club se encuentra en un punto delicado, pero la esperanza por mantener la categoría sigue viva hasta el final
No hace mucho tiempo que el Granada portaba orgulloso su escudo por Europa, viviendo los mejores momentos de su historia, esos que miles de personas siguieron a través de las pantallas de un televisor por la maldita pandemia. El equipo comandado por Diego Martínez logró alcanzar hitos inimaginables, que perdurarán con el tiempo, sin saber si algún día volverá a repetirse algo similar. Pero, más allá de los excelentes resultados deportivos, lo más importante que generó aquel grupo fue una comunión nunca antes vista con su afición.
Quizás, todo nació con el papel en la Copa del Rey 2019/20. Las eliminatorias frente a Valencia y Athletic impulsaron a los más jóvenes a lucir las elásticas rojiblancas horizontales en los colegios y en las calles. Ya no se producían burlas hacia el que no era de Barcelona o Real Madrid, como ocurría años atrás. A partir de ese momento, el granadino era del Granada. Suena sencillo y lógico, pero la ciudad de la Alhambra en el plano futbolístico no es Bilbao o Pamplona. Tanto tiempo en el pozo había roto el idilio de los aficionados hacia el equipo de su tierra.
Solo unos pocos permanecieron en el barco. En épocas no muy lejanas, esos no premiados (como merecen) “filipinos” aguantaron la creación de un club con ánimo de hacer desaparecer al histórico. Pagaron treinta euros para ver a su equipo jugar en un campo de tierra un encuentro de Tercera División. Animaron desde un cerro en Pinos Puente. Pusieron dinero de su bolsillo para evitar el desastre, ya que por la desaparición de su ilusión. Pero, ante todo, aguantaron y pudieron ver a su Granada en la élite.
Hasta el pasado verano, todo eso parecía haber quedado atrás por completo. A tierras nazaríes habían llegado gente que reconectó al club con la ciudad. Que volvieron a formar un Granada para los granadinos. Sin embargo, la “limpia” cuando las cosas marchaban a un ritmo sensacional ha desembocado en lo que en el partido ante el Celta, junto a otros tantos ejemplos a lo largo de la presente temporada, se vivió.
Ya habrá tiempo, a final de curso, de valorar la gestión empleada. Tanto desde el césped como desde el palco. En estas cuatro finales que restan, con el Granada en descenso, únicamente cabe en la cabeza pensar en remar juntos. Cuando el objetivo se certifique, se analizarán todas las malas decisiones. Entre otras, las que afectan a una afición frustrada por un no desplazamiento a Mallorca cuando el equipo se juega la vida, o dolida por ver cómo en su propia casa se les censura al cantar “directiva dimisión”.
Mientras tanto, que los niños y niñas sigan acudiendo a animar al Granada, y que sea algo que perdure por mucho tiempo más. Tienen lo fortuna de no haber sufrido lo que sus padres un día superaron, y de gozar del legado que tanto costó forjar. Que sigan yendo de la mano entusiasmados porque vuelven a ‘Los Cármenes’ cada dos fines de semana. Los de arriba, que luchen por mantenerlo. Al fin y al cabo, esto es sólo fútbol. O no. Tal vez sea toda la ilusión que hay detrás. Por si acaso, que nadie juegue con ella.
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