VENTANA ROJIBLANCA

Manuel Albendín  |  28 de noviembre de 2016
Manuel Albendín (GRJ)
Manuel Albendín (GRJ)

La ceremonia de la confusión

 

Impotencia, decepción, desasosiego, enfado, desencanto, desilusión y frustración. Estos son como poco los calificativos con los que se sienten identificados los aficionados del Granada, una jornada sí y otra también, después de cada encuentro liguero que viene disputando su equipo en el transcurso del actual campeonato regular. El último partido, ante el Celta, no ha sido una excepción, incluso con el agravante de que la inoperancia rojiblanca se ha acentuado aún más. 

Jamás he dudado de la actitud de los profesionales del Granada pero si después de trece citas ligueras se sigue sin ganar, debemos de empezar a cambiar la 'c' por la 'p' concluyendo en que hay falta acuciante y alarmante de aptitud. Y es que el Granada cuenta en su actual plantel con un ramillete de jóvenes valores, aún en formación, que no están demostrando estar a la altura de la que calificaron en su momento 'mejor liga del mundo'. Además, muchos de ellos permanecerán en Granada en calidad de cedidos no más de diez meses y, a lo peor, los que abandonen el club granadino en el mercado de invierno, vivirán en nuestra ciudad solo la mitad de ese tiempo, aproximadamente cinco meses.

Si lo dicho anteriormente no suena a poco, todavía las perspectivas de futuro pueden ser peores tras escuchar decir en rueda de prensa al Míster, Lucas Alcaraz, qué su equipo "lo intenta pero no es capaz de más". Y si, después de todo esto y rizando el rizo, te das un paseo por periódicos, radio y televisiones locales y nacionales, y te cuentan que la solución a los problemas de la entidad de Los Cármenes se llama Fernando Morientes, grandísimo delantero extremeño de clubes como Real Madrid, Mónaco y Valencia, una década atrás, pero inexperto y desconocido en los despachos de los clubes del fútbol profesional, toca reflexionar para concluir en que cómo puede ser real todo lo que está ocurriendo. 

Llegó en el pasado mes de julio un inversor que puso sobre la mesa casi 40 millones de euros para adquirir la propiedad rojiblanca y, cual pesadilla nocturna, la nueva dirección deportiva, antes de incorporar futbolistas, despidió a jugadores que en este momento son titulares indiscutibles en equipos rivales que luchan por los mismos objetivos que el Granada, además de "reforzarse" con efectivos que por lo visto hasta el momento parecen incapaces de competir en Primera División tal y cómo se espera de ellos. Para colmo, todo este desaguisado ahora se trata de reparar con un exjugador de fútbol que jamás ha pisado un despacho deportivo. De nuevo se llega a la misma conclusión: no se comprenden las decisiones tomadas.

Lo cierto es que a la vista de los resultados obtenidos, además de los planteamientos efectuados antes y después de esos pobres guarismos, pareciera que nos encaminemos con dirección a una huida hacia adelante, recurso por cierto socorrido por desgracia en el mundo del fútbol. Obviamente, no se duda de que la pretensión final sea conseguir que el Granada esté en Primera y no en Segunda División la próxima temporada, pero las realidades comienzan a cercenar el camino hacia el objetivo de la permanencia y lo que en esta ciudad se percibe, no es otra cosa que una triste y lamentable ceremonia de la confusión, instalada en las oficinas rojiblancas. No queda por tanto otra que esperar a la llegada de los revulsivos necesarios, sean los que sean y en las cantidades suficientes, pero sobre todo con criterio y efectividad, actitudes que desde el pasado verano se antojan ausentes en la tercera planta del coliseo del Zaidín.

@MAlbendin


 
 
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