El GALLINERO

Jesús Albarracín  |  19 de noviembre de 2018
Jesús Albarracín (GRJ)
Jesús Albarracín (GRJ)
Erre que erre
 

El Granada terminó la noche del viernes como líder, alabado por su juego y la capacidad de reacción que siguen demostrando los hombres que dirige Diego Martínez.

Los rojiblancos son un equipo, una plantilla en la que caben rotaciones y todos los futbolistas aportan para la causa. La presión quedó atrás, la exigencia tampoco es la misma que hacía solo un año atrás. Los movimientos sobre el césped son eficaces y la versatilidad de los hombres de ataque un hecho contrastado. Todo queda detrás del telón que dictamina el técnico gallego, el mismo que sigue plasmando su directriz y que ‘pasito a pasito’ alcanza su objetivo. Buena parte de culpa la tiene este entrenador, capaz de movilizar a las tropas y de hacer que todos los jugadores estén llamados a una causa mucho mayor de la que se vaticinaba en la pasada pretemporada. El Granada sabe sufrir, entiende su ‘rol’ en cada partido y no especula con intenciones mal avenidas que en tiempos de Jémez suponían goles a la contra y una imagen paupérrima.

Ramos y Rodri

Buena parte de culpa la tuvieron dos hombres en Las Palmas. Si el gran debate de la semana previa al partido lo teníamos enfocado en la punta de ataque, acerca de quién sería el mejor candidato a ocupar el puesto de ‘nueve’, ayer se encendieron las luces. Adrián Ramos firmó su mejor actuación en lo que va de temporada, tras cumplir varios partidos como suplente. Fue titular y se echó el equipo a la espalda, eso que muchos traducen como compromiso y que se le reclamaba desde que desembarcó en la ciudad de la Alhambra. Anotó, asistió y batalló como el gran guerrero colombiano que está demostrando ser este curso. No es un delantero al uso, no es ese ‘killer’ que anota un gran zurrón de goles. Es otro perfil de atacante, un jugador que habilita espacios, que mejora la circulación del balón, capaz de controlar cualquier ‘melón’.

Ramos se asocia, acompaña, trabaja en defensa, es una referencia ofensiva. Muchos aficionados le achacaban falta de puntería, un número más holgado de goles a su favor, pero ayer no fue el caso. Anotó el segundo en lo que va de curso y se entendió a la perfección con su compañero en la primera línea de ataque, con Rodri Ríos.

Diego Martínez optó por jugar con dos delanteros cuando el partido lo exigía, fiel al compromiso de saber leer y entender bien los partidos y también al rival. Porque no debe valer aquello de dar por bueno una circunstancia temporal para avalar una marca perenne. No todos los encuentros lo demandarán, pero ayer sí fue el caso. Rodri entró como revulsivo, la gran baza ofensiva que le quedaba al Granada tras la ausencia de Pozo. También revalidó su papel de delantero, su capacidad de remate y ubicación, su olfato tan bien avenido en sus años como futbolista profesional.

El Granada de la doble ‘erre’, el Granada de todos los jugadores de su plantilla. El Granada de equipo en el que todos tienen sitio y derecho a reclamar un puesto. El único inamovible es el de Diego, por suerte.

@JesAlbarracin


 
 
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