Fuera de juego
Covirán Granada, al borde del colapso
La situación del Covirán Granada empieza a oler a problema serio. El equipo rojinegro cierra la clasificación de la Liga Endesa junto al San Pablo Burgos, con sólo una victoria en las nueve primeras jornadas, y esa combinación de malos resultados y dudas en el juego es el caldo de cultivo perfecto para que aparezcan los nervios en el club y en la grada.
El contexto no ayuda. A una plantilla ya justa se le han caído dos piezas importantes como Valtonen y Kljajic, y las llegadas exprés de Howard y Brimah, de momento, no transmiten la sensación de ser refuerzos de verdadero peso. Más que soluciones, hoy por hoy parecen parches. Y mientras tanto, el club decide cortar a Iván Aurrecoechea, debilitando el cupo de jugadores nacionales.
Por si fuera poco, el mercado amenaza con abrir todavía más agujeros en el proyecto. La salida de Zach Hankins rumbo al Maccabi Tel Aviv de Euroliga se da prácticamente por hecha, y sobre Matt Thomas sobrevuela una cláusula de escape si este mes de diciembre aparece una oferta desde la máxima competición continental.
En medio de todo este torbellino aparece Ramón Díaz, con una papeleta tremenda. Había empezado a conseguir justo lo más difícil: que el equipo se hiciera fuerte atrás, que mostrara una identidad clara y que, por fin, empezara a jugar como él quería. Y ahora, cuando parecía que se veía una base sobre la que construir, se ve obligado a recomponer casi todo sobre la marcha, con piezas nuevas, bajas sensibles y un calendario que no espera.
La cuestión ya no es sólo si el Covirán Granada tiene plantilla para salvar la categoría, sino si el club está dispuesto a tomar decisiones valientes y coherentes para sostener el proyecto. Porque el margen de error se ha reducido al mínimo: seguir encajando derrotas y perdiendo referentes puede convertir una mala racha en un incendio deportivo. Y entonces, quizá, ya no baste con hablar de “sensaciones”, sino de consecuencias.


