OPINIÓN: "Entrenadores" agoreros, por Alberto Bueno
Se pueden buscar excusas. Las hay de lo más diversas y variopintas: que si los árbitros, que si la plantilla no termina de cuajar, que si a Tomé le han dado un “caza” y no sabe volar ni una cometa, que si estos jugadores son para categorías superiores y no se adaptan, etc. En fin, cada cual con el tema del que es experto –en un país donde todos somos grandes entrenadores-. Y todo para justificar que este Granada se encuentre en vísperas de la sexta jornada con 8 puntos y el séptimo clasificado.
La cosa anda regular por la impaciencia y los nervios del personal, que no por otra cosa. El común de los aficionados pensó que con este plantel la temporada iba a ser un paseo triunfal; y quizás nos olvidamos de que esto, nos guste o no, sigue y seguirá siendo la división basura de la “B”, donde hay que luchar cada partido como si fuese el último y enjugarse sangre, sudor y lágrimas por llevarte tres raquíticos puntos a la buchaca. Un equipo, poquita cosa, pero gallito y peleón, te puede hacer un roto antes que un descosío. Y será por aquello de que las rojiblancas horizontales todavía significan algo, los equipos se crecen cuando ven al Granada enfrente.
Amén de estos particulares con los rivales y la categoría, cierto es que las cosas no terminan de salir todo lo bien que debieran. Es repetir la misma cantinela que se viene sucediendo en estos días. Por ello, no quiero analizar cómo juega el Granada pues, ya digo, aquí de técnicos sin título vamos sobrados. Uno menos que nos ahorramos. Sin embargo, sí cabe una valoración que, por evidente, me resulta hasta innecesaria y estúpida realizar, pero que, como tantas otras cosas, no queda sino repetirla para que nos demos cuenta de tamaña obviedad: se va a disputar la sexta jornada. Restan, por tanto, 33 jornadas para que esto finalice, allá por el mes de mayo. 99 puntos posibles.
Dejemos a los jugadores jugar –por redundar-, al técnico –cualificado y contratado él- poner orden y concierto y al presidente dirigir el club. Y los demás pues damos palmas, por ejemplo. No debe de cundir el desánimo, y mucho menos la crítica fácil y barata, cuando tenemos toda una temporada por delante y no hay motivos para tales espantos. Ya habrá tiempo de sobra para atizar fuerte o para vanagloriarnos y, acompañando de un automático movimiento de codo hacia la barra, cerveza en mano, asentimiento de cabeza para reafirmarnos, asegurar: “si esto lo sabía yo, es que lo venía diciendo”.
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